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Lo que ser “pobre” me enseñó sobre el minimalismo

La sabiduría que conseguí al criarme en una familia de reducidos ingresos son incontables, y no cambiaría esas lecciones de vida por nada.

  1. Las personas valen mucho más que las cosas.
  2. Enseñar a sus hijos a vivir es mucho más esencial que cualquier cosa que se pueda adquirir con dinero.
  3. Es pasmoso lo poco que se precisa para subsistir si aprendes a “arreglártelas” y también improvisar.
  4. No es preciso tener algo para quererlo y gozarlo.
  5. Las experiencias con sus seres queridos crean los recuerdos más apreciados, y la mayor parte de las veces no cuestan nada. Los recuerdos son ligeros, no ocupan espacio, no se pueden hurtar, no precisan mantenimiento y jamás ocasionan preocupaciones. Invertir en ellos es interminablemente más sabio que amontonar cosas.
  6. Es inteligente arrendar una casa si la “propiedad” requiere endeudarse y vivir sobre sus posibilidades.
  7. Tener un auto y no deber nada a absolutamente nadie es más prudente que endeudarse para tener 2.
  8. Los seres queridos en duelo no deben cargar con la carga auxiliar de lidiar con el exceso de posesiones descuidadas.
  9. Trabajar duro jamás herirá a absolutamente nadie. De hecho, existen pocas cosas más gratificantes que llenar un duro día de trabajo.
  10. Cuando mueres, no te llevas nada de la tierra y lo primordial que debes dejar es el legado de una vida amada.

Post original en becomingminimalist.com

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