A mí de solo pensarlo me entran sudores fríos: decorar, vestir, crear once espacios absolutamente diferentes pensando en once posibles clientes del servicio, puesto que la meta es que estos “escenarios” sirvan para asistir a vender cada uno de ellos de ellos. Con los costes de Manhattan, imagino que invertir en el trabajo de un interiorista es pecata minuta y prácticamente labor obligada. Este primer piso, en el que prima el verde, tanto en paredes como en seres vivos, está ideado para un amante de la jardinería; el segundo, conforme afirman, para un esteta amante del lujo y del vintage, entendido en el sentido anglosajón -el único que admitimos por acá-, como algo con historia y peculiaridad. 


Creo que no es ni preciso decirlo, mas acá empieza la segunda vivienda…

Fotos: William Laird · Interiorismo: Anna Karlin