El ocho de Septiembre de mil doscientos cincuenta y uno, Jaime I El Conquistador extendía un documento por el que autorizaba a Ximén Pérez de Arenós, su gobernante, a trasladar la villa de Castelló al sitio de la llanura que le resultase como más apropiado. Este hecho se recuerda anualmente, desde mil novecientos cuarenta y cinco, el día que ocurrió, el tercer domingo de cuaresma, a lo largo de las fiestas fundacionales a través de la celebración de una romería a la ermita de la Magdalena.
La vida en el Castellón de los siglos medievales tuvo unos caracteres urbanos, con esencial peso de las actividades artesanas y comerciales que excedían a las de dedicación rural y del cultivo.
Como muestra del impulso real al desarrollo económico, el dieciseis de marzo de 1260 Jaime I autorizó la construcción de un camino para unir la villa con el mar, dando origen a lo que ahora conocemos como el Grau.
El hijo y sucesor de Jaime I, Pedro III el Grande, a siete de febrero de mil doscientos ochenta y cuatro otorgará a la villa de Castelló la capacitad de autogobernarse mediante la concesión del derecho a tener sus órganos municipales.
Se halla en la idiosincrasia de la sociedad castellonense el orgullo de pertenencia a nuestra localidad, que se exhibe en todos y cada celebración de las fiestas con el recuerdo para esa urbe inicial. Que hacen de ella una comunidad viva y absolutamente capaz de proseguir edificando su porvenir.
Por Susana Utrilla, a dieciocho-dos-2022
Fuente de información: Turismo Castellón